Comparto con vosotras porque me parece un cuento gráfico que de una forma muy simple explica muchas cosas .,..
LA FÁBULA DE LAS MANZANAS
Estaban reunidos el mago Hermam y Uni, (el pequeño unicornio),
hablaban de las injusticias de la vida y sobre el odio y el rencor, sobre el
daño que estos hacen sobre quien los lleva consigo.
H - Ahora que estás calmado podemos empezar … ¿ves aquellas manzanas?
(le pregunto)
U - Si, (contestó Uni)
H - Recoge una manzana por cada acto que necesitas perdonar.
Después las meteremos en un saco y lo colgaremos de tu cuello.
U - ¿Para qué? pregunto Uni
H - No seas impaciente, con el tiempo lo sabrás con esto de
forma enigmática
El unicornio, ayudándose con la boca, fue transportando el
número de manzanas que creyó oportunas hasta los pies del hechicero. Tomo una
por el rey triste. Otra por el mismo, ya que se consideraba culpable de lo
sucedido. Una más por las hienas risueñas que se habían burlado de él. En
definitiva, fue recopilando manzanas que el hechicero introdujo en su pequeño
saco que, después, como ya había anunciado, colgó su cuello.
La única condición que le puso Hermam fue no desprenderse
del saco bajo ninguna circunstancia, premisa que aún y no le pareció mal. A fin
de cuentas, sólo eran un puñado de manzanas que podía transportar perfectamente
sin mucho esfuerzo. Hermam sonrío. Ya que sabía, que ocurriría más adelante.
Los primeros días Uni no tuvo problemas con las manzanas.
Era plenamente consciente de que las llevaba encima sujetas a su cuello. A
veces, cuando dormía, el olor penetrante de las manzanas lo despertaba en mitad
de la noche para recordarle que ellas seguían estando ahí. Cuando esto ocurría,
rememoraba cada una de las ofensas paréntesis propias o ajenas cierro
paréntesis que había sufrido y que había sido incapaz de perdonar o perdonad
se.
No obstante, a medida que los días fueron transcurriendo,
las manzanas empezaron a pudrirse destilando un olor agrio y un líquido
putrefactos que incluso traspasaba el saco e impregnaba la piel del animal.
A estas alturas ya resultaba bastante tedioso transportar
algo de esta naturaleza, entre otras razones porque las manzanas cada vez que
hacían más pesadas. Era cómo llevar varios kilos a cuestas de algo que se pudría
día a día sin remisión. Además, cuando galopaba debía preocuparse de no perder
el saco de manzanas, cosa que ralentizaba una buena parte de sus tareas. Por
culpa de las manzanas dejaba de atender otras cosas, sin duda mucho más
importantes para él.
Un día no pudo soportar el olor putrefacto de las frutas y
pensó en darse un baño para limpiarse de aquella peste. Cuando se estaba
metiendo en un riachuelo cercano a la morada de Hermam, se detuvo en seco
porque se dio cuenta de que con el agua las manzanas todavía se pudrían más. Y,
posiblemente sería peor el remedio que la enfermedad. Así pues, pese al calor y
dolor de las malditas manzanas, tuvo que renunciar a lo que realmente le
apetecía.
Muy pronto, del interior de las manzanas comenzaron asomar
pequeños gusanos y el hedor se torna insoportable. Entonces Uni, que había
intentado permanecer hierático siempre que el hechicero le preguntaba por el
estado de las manzanas se atrevió por fin a preguntar …
U - ¿Debo llevarlas mucho más tiempo encima?. Empieza a ser
molesta tenerlas junto a mí. ¿No te incomoda este olor cuando me aproximo a ti?
H - claro resulta desagradable incluso para quienes estamos
alrededor. No debes trasportar esas manzanas podridas contigo por más tiempo le
explicó eres libre para desprenderte de ellas cuando lo decidas…, pero piensa
que cada una de las manzanas de las que vas a deshacerte es lo que
originalmente convinimos un acto (propio o ajeno) que necesita tu perdón. Si no
estás seguro de desear perdonar y perdonarte, no podrás quitarte el saco de
encima.
A pesar del olor, Uni y lo pensó dos veces. Al final decidió
dar el paso. Y, de una dentellada rompió la cuerda que sostenía la bolsa y la
apartó de sí con asco.
H - ¡Estupenda decisión! Acabas de ser consciente de que el
odio el rencor se retroalimentan creando aún más odio y más rencor en ti y en
quienes te rodean.
Uni no dijo nada. Se quedó mudo el resto del día meditando
lo que el hechicero le había revelado. Por la noche, cuando Herman dormía tuvo
que reconocer que aquello que había tardado tanto en comprender era cierto.
Se hizo la promesa de que desterraría de su vida todo el
odio y el rencor que albergaba en su interior. Era curioso el hecho de que
cuando se deshizo de las manzanas podridas sintió un alivio como nunca antes
había experimentado. Se dijo que sería fabuloso poder hospedar esta sensación
cuando fuese capaz de perdonar a los demás y lo que eran más importante dos
puntos cuando se perdonarse a sí mismo.
A la mañana siguiente le dio las gracias al hechicero y le
rogó ya con gran interés que le hablase más acerca del perdón y de los
beneficios que éste traería su vida.
H - Aunque lo que voy a contarte te parezca algo sin sentido
y carente de lógica comenzó Herman y queriendo un gran tazón de leche perdonar
es un DON.
U - ¿Cómo es posible? (pregunto Uni)
H - Tú mismo presenciaste lo ocurrido con tus manzanas. Con
el rencor y el odio sucede exactamente igual: te comen por dentro. Por eso, no
merece la pena guardar esos sentimientos en nuestro interior.
U - Hay cosas que son difíciles de olvidar respondió Uni
H - desde luego nadie dice que sea fácil. Perdonar no
significa que estemos de acuerdo con ciertas acciones que nos han causado
dolor. Y, tampoco que las aprobemos. Perdonar no quiere decir que debas
restarle importancia lo que ha sucedido en el pasado, tampoco implica darle la
razón a quien nos hizo daño con sus actos. Perdonar significa dejar atrás los
pensamientos que nos convierten en esclavos del odio y el rencor, perdonar
significa aceptar lo que ocurrió.
U - ¿Quieres decir que todos podemos equivocarnos?
H - Eso es, contestó Herman. Hay que partir de la base de
que somos seres imperfectos, falibles y que por eso razón cometemos errores a
lo largo de nuestra existencia. Pero no podemos permitir que nuestra culpa o la
de los demás dañe nuestro interior, porque está acabará por debilitar nuestra autoestima,
lo que nos hará sentirnos peor.
U - ¿Tenemos que aceptarnos como somos?, ¿es eso? (pregunto
el unicornio empezando a entender lo que quería decir el hechicero)
H - Claro, aceptarnos tal como somos, con nuestros defectos,
manías y virtudes, fomentamos el crecimiento de nuestra autoestima y nos
sentimos mejor. Por eso, cuando seamos conscientes de haber errado, debemos
pedirle perdón a quien perjudicamos con nuestra acción y también a nosotros
mismos. Esa es la única manera de liberarnos del resentimiento y de quién nos
hizo mal. Y, mientras no lo hagamos algo invisible pero palpable en nuestro
corazón, nos encadena a la fuente de dolor.
U - ¿La falta de perdón es como un veneno verdad?
H - Exacto. Tú has podido sentir resbalar por tu piel ese
veneno. No perdonar supone alimentarse diariamente y una dosis muy pequeña de
ponzoña que se va inoculando en nuestro espíritu poco a poco. No es mortal,
pero a la larga se condena y nos perjudica porque neutraliza nuestros recursos
emocionales.
U - Eso quiere decir que perdonar nos hace más bien a nosotros
que al prójimo le pregunto Uni
H - Aunque parezca una contradicción así es. Cuando perdonas
en realidad no estás ayudando a quién te hizo daño, sino a ti mismo. Esto es
así porque gracias al perdón te deshaces de los sentimientos negativos que
albergas hacia esa persona, lo que favorecerá que regrese a ti la paz y el
equilibrio interior.
U - ¿Y cómo se empieza?
H - Lo primero es aceptar el dolor dijo Hermam, no sirve
fingir que lo que ha ocurrido no nos importa. Esto tan solo contribuye a
echarle tierra por encima el problema. Hay que reconocer nuestro dolor. Y eso
tú ya lo has hecho.
U - ¿Y después?
H - Hay que desterrar los deseos de venganza. Aunque a veces
esa persona merezca lo que le pase, no es bueno hacer pagar al otro con la
misma moneda. Esa es solo una postura autodestructiva que no beneficia nadie. Y
eso también lo has hecho: Pudiste acabar con el rey triste y sin embargo no lo
hiciste.
U - Es verdad (musitó el unicornio) ¿Qué puedo hacer después?
H - Debemos valorar el beneficio que nos traerá el perdón,
nunca la pérdida. Hay que pensar que el acto de perdonar hará regresar a
nuestra vida la paz interior del equilibrio emocional perdido. Y eso yo no
estás haciendo nuestros momentos, con esta conversación.
U - Cuéntame más …
H - Debes buscar soluciones, cuando las haya, no culpables.
Recuerda que se trata de recuperar nuestro equilibrio perdido (dijo el
hechicero) A veces malgastamos demasiado tiempo buscando culpables en lugar de
afrontar el problema.
Como el
unicornio seguía atentamente las explicaciones de Hermam, este continuo:
El paso
siguiente es de los difíciles …, De hecho, a lo largo de la historia de la
humanidad ha sido la fuente de muchas guerras: no se pueden poner condiciones
al perdón. Cuando lo hacemos es fácil caer en el chantaje y entonces, el perdón
se convierte en otra cosa. No vale decir: “te perdono si haces o dejas de hacer
esto o aquello”. Tampoco sirve condicionar el perdón a premisas como: “cuando
vea lo que has hecho esto o aquello te perdonaré”. Esta actitud lo único que
provoca es que se aviven las emociones negativas.
U – Pero… (el
unicornio inició una protesta)
H - En este
caso no deben existir los peros (lo interrumpió Hermam) O se perdonan
desinteresadamente o no se hace de verdad. Ya te expliqué que el perdón es un Don,
un regalo que hacemos a quien nos hizo daño. Hay que perdonar sin pedir nada a
cambio. Uni, no olvides nunca que el perdón es igual que el amor: simplemente
se da, aunque no sea correspondido.
U - En cierta
ocasión, la primera vez que me hablaste del perdón, te pregunté si tú podías
perdonar (quiso saber Uni) y contestaste que ya lo habías hecho …
H – Así es … Yo
aprendí a perdonar hace tiempo, cuando el rey triste me hizo encerrar en la
torre del castillo por haber contradicho lo que se sentenció el resto de los
hechiceros reales
U - ¿Vivías en
el Reino triste?
H - Sí, quizás
te sorprenda saber que era el Primer Hechicero Real. Pero cuando el rey
solicito mi opinión sobre si debía o no capturar una cría de unicornio para
tratar de recuperar el cariño de su hija y le expliqué que creía que eso sería
un grave error, no quiso escucharme y me encerró en la torre más alta del Reino
(explico en tono neutro). Al final, después de meses por consejo del resto de
los hechiceros que ambicionaban mi puesto, fue desterrado.
U - Y pudiste
perdonarles algo así pregunto Uni extrañado
H - Al
principio no. Estuve mucho tiempo aislado, viviendo en una cueva. Lo único que
podía hacer era mascullar todo el daño que me habían hecho al rey y la envidia
de los hechiceros.
U - ¿Y entonces?
H - Apenas dormía
por las noches. Y como empleada este tiempo de descanso dándole vueltas a una
suerte de venganzas que estaba dispuesto a emprender contra ellos. En vez de
apreciar las cosas buenas que me proporcionaba la naturaleza o en lugar de
reconstruir mi vida levantando una cabaña cómo está, me dedicaba a maquinar de
qué forma iban a desquitarme por todo el dolor que me viene infringido.
U - ¿Y cómo
conseguiste quitarte todo ese odio de encima?
H - Al final
era él o Yo … (contesto Hermam). Era una cuestión de supervivencia. Lo que ha
pasado con tus manzanas empezó a ocurrir con mi organismo. Mi cuerpo comenzó a
corroerse igual que mi alma. Sólo fui capaz de asimilar lo ocurrido, de
perdonar desinteresadamente a quienes me hicieron daño, puede sanar mi
espíritu. Éste, ya recuperado, ayudó a fortalecer mi cuerpo.
U - ¿Podré curar
mi espíritu también?
H - Seguro que
podrás … Ya has dado el paso más importante, el que más cuesta: “tienes la
intención de perdonar”
“El perdón es un don. Y, se ofrece
desinteresadamente, igual que el amor”